
Nos cautiva la idea de poder hacer una casita en nuestro pueblo natal para vacacionar y porque soñamos volver algún día con las comodidades que carecíamos en aquellos tiempos que fuimos forzados a abandonar nuestro terruño querido para estudiar o para buscar mejores condiciones de vida.
Nos viene la imagen de la provincia que prevalece en la mente desde que salimos cada vez que encontramos una persona oriunda o amiga de la región y con esa percepción tratamos de planificar lo que deberíamos hacer en nuestro pueblo.
Con esa idea partimos ayer a visitar nuestra comunidad, llegamos cuando el sol liniero comienza a picar entre saludos de amigos y familiares, esperamos una media hora por Antonio Cruz, Senador de la provincia, nuestro anfitrión y después partimos hacia la comunidad de La Leonor, encumbrada en las montañas del sur de la provincia.
Nos tomaron unas dos horas los trabajos que motivaron la travesía, y fuimos invitados a pasar por la casa del Senador Cruz en ese paraje. Para todos fue una sorpresa observar aquel lugar, nos quedamos deslumbrados, estábamos ante una residencia que bien soportaba todo tipo de adjetivos para describir sus encantos y cuantas palabras pudieran usarse para resaltar lo que, sin duda alguna, es una obra pensada para acomodarse y disfrutar del panorama.
Pero lo que más me impactó no fue la obra en sí, ni la belleza de la naturaleza, ni el hermoso paisaje, ni el ordenamiento, ni el diseño impresionante, ni encontrar en ese lugar una casa que más bien tiene las facilidades de un “Resort”. No, no fue toda esa preciosidad, ni las atenciones del anfitrión y sus asistentes que nos deleitaron con una sabrosa comida criolla, llena de sabor y de color.
Lo que me produjo gran admiración fue la fortaleza, la fe, la disposición, la seguridad, el orgullo y la satisfacción que muestra Antonio Cruz con ese monumento rodeado de pinos y de vida. Solamente una persona que cree y quiere su terruño se involucra en semejante proyecto, eso me marcó y me dejo una sensación indescriptible, como si hubiese brotado de mí la idea de construir todo aquello. Que bueno fue conocer a alguien con esas cualidades.
Nos viene la imagen de la provincia que prevalece en la mente desde que salimos cada vez que encontramos una persona oriunda o amiga de la región y con esa percepción tratamos de planificar lo que deberíamos hacer en nuestro pueblo.
Con esa idea partimos ayer a visitar nuestra comunidad, llegamos cuando el sol liniero comienza a picar entre saludos de amigos y familiares, esperamos una media hora por Antonio Cruz, Senador de la provincia, nuestro anfitrión y después partimos hacia la comunidad de La Leonor, encumbrada en las montañas del sur de la provincia.
Nos tomaron unas dos horas los trabajos que motivaron la travesía, y fuimos invitados a pasar por la casa del Senador Cruz en ese paraje. Para todos fue una sorpresa observar aquel lugar, nos quedamos deslumbrados, estábamos ante una residencia que bien soportaba todo tipo de adjetivos para describir sus encantos y cuantas palabras pudieran usarse para resaltar lo que, sin duda alguna, es una obra pensada para acomodarse y disfrutar del panorama.
Pero lo que más me impactó no fue la obra en sí, ni la belleza de la naturaleza, ni el hermoso paisaje, ni el ordenamiento, ni el diseño impresionante, ni encontrar en ese lugar una casa que más bien tiene las facilidades de un “Resort”. No, no fue toda esa preciosidad, ni las atenciones del anfitrión y sus asistentes que nos deleitaron con una sabrosa comida criolla, llena de sabor y de color.
Lo que me produjo gran admiración fue la fortaleza, la fe, la disposición, la seguridad, el orgullo y la satisfacción que muestra Antonio Cruz con ese monumento rodeado de pinos y de vida. Solamente una persona que cree y quiere su terruño se involucra en semejante proyecto, eso me marcó y me dejo una sensación indescriptible, como si hubiese brotado de mí la idea de construir todo aquello. Que bueno fue conocer a alguien con esas cualidades.

 
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