Esta terminando la campaña electoral, las aguas volverán a su nivel, los insultos, los intentos por descalificar a los contrarios quedaran como parte de una pesadilla retumbando en sus corazones, pues aquellos a quienes quisieron denigrar usando cuantos epítetos pudieran, inventados unas veces, verdades otras tantas, representan los votos que les faltaron para triunfar.
Así es la política en estos países, necesitan ganarse los contrarios y arremeten contra estos pretendiendo vencerlos, arrodillarlos, en vez de convencerlos, de demostrarles que están equivocados, de explicarles que el proyecto que defienden podría mejorar su situación, convertirlos en aliados para lograr los objetivos de los cuales ellos también saldrían favorecidos.
En cada torneo electoral dividen a los dominicanos como si fuesen dos países, de un lado los malos y del otro los buenos, logrando endurecer esos votantes, predisponerlos de tal manera, que no necesiten comprometerse con el bienestar común, ni discutir propuestas, porque nadie se lo pide, los fanatizan y los manejan a su antojo, como ovejas guiadas por un pastor, compitiendo por el forraje con otro rebaño.
Aprovechándose de la tradición beisbolera del país provocan discusiones en las esquinas, en los colmados, sin llegar nunca al fondo, a la sustancia, porque son seguidores de un partido, de un grupo o de alguien en particular. La efervescencia los arropa, los ciega, les impide discernir y terminan convirtiendo las elecciones en una apuesta pasajera, cuando debería de ser un compromiso para mejorar la vida de sus familias y comunidades, en este caso por seis años.
Si meditaran y aceptaran sus errores, los dominicanos por fin entenderían que comparten un mismo terruño con sus contrarios, que enfrentan los mismos desafíos, los mismos problemas, las mismas carencia, que son débiles por que están divididos, que eligen a quienes precisamente juegan a dividirlos para intentar disfrutar la mieles del poder, casi siempre alejados de sus comunidades, mientras el resto de la población se confunde con discusiones estériles que no conducen a nada.
Nuestra verdadera familia son nuestros vecinos, sin importar a que partido pertenezcan, en cualquier conglomerado social siempre existen diferencias, pero las cosas que los dividen son menos importantes que las que los unen, son estos los que los fortalecen, si entienderan eso, estas elecciones serían las más beneficiosas que hayan existido jamás. Aprovechemos la experiencia., ya esta bueno.
Así es la política en estos países, necesitan ganarse los contrarios y arremeten contra estos pretendiendo vencerlos, arrodillarlos, en vez de convencerlos, de demostrarles que están equivocados, de explicarles que el proyecto que defienden podría mejorar su situación, convertirlos en aliados para lograr los objetivos de los cuales ellos también saldrían favorecidos.
En cada torneo electoral dividen a los dominicanos como si fuesen dos países, de un lado los malos y del otro los buenos, logrando endurecer esos votantes, predisponerlos de tal manera, que no necesiten comprometerse con el bienestar común, ni discutir propuestas, porque nadie se lo pide, los fanatizan y los manejan a su antojo, como ovejas guiadas por un pastor, compitiendo por el forraje con otro rebaño.
Aprovechándose de la tradición beisbolera del país provocan discusiones en las esquinas, en los colmados, sin llegar nunca al fondo, a la sustancia, porque son seguidores de un partido, de un grupo o de alguien en particular. La efervescencia los arropa, los ciega, les impide discernir y terminan convirtiendo las elecciones en una apuesta pasajera, cuando debería de ser un compromiso para mejorar la vida de sus familias y comunidades, en este caso por seis años.
Si meditaran y aceptaran sus errores, los dominicanos por fin entenderían que comparten un mismo terruño con sus contrarios, que enfrentan los mismos desafíos, los mismos problemas, las mismas carencia, que son débiles por que están divididos, que eligen a quienes precisamente juegan a dividirlos para intentar disfrutar la mieles del poder, casi siempre alejados de sus comunidades, mientras el resto de la población se confunde con discusiones estériles que no conducen a nada.
Nuestra verdadera familia son nuestros vecinos, sin importar a que partido pertenezcan, en cualquier conglomerado social siempre existen diferencias, pero las cosas que los dividen son menos importantes que las que los unen, son estos los que los fortalecen, si entienderan eso, estas elecciones serían las más beneficiosas que hayan existido jamás. Aprovechemos la experiencia., ya esta bueno.
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