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Santo Domingo, Distrito Nacional, Dominican Republic

sábado, 20 de octubre de 2012

Muchos Generales, desde siempre.



(Segmento del libro El Pueblo Dominicano: 1850-1900,  de H. HOETINK)

"Ya en la lucha contra los hatianos y los españoles se habían prodigado altos rangos a los que se habían distinguido militarmente, pero en los 15 a 20 años siguientes se produjo una enorme inflación del cuerpo de 'oficiales'. Como observaba Gautier fríamente en 1870: 'El  continuo estado de guerra que ha afligido a este país por muchos años ha causado la creación de un número excesivo de oficiales que no pertenecen a ningún cuerpo específico, pero que prestan servicios a la cabeza de nuestra milicia en ninguna otra recompensa, les ha concedido sus grados o rangos'

El carácter de 'mercado' de la organización militar fue observado claramente por la Comisión norteamericana de Investigación en ese mismo año: '(Los hombres ambiciosos de alcanzar supremacía en la República) han recibido títulos militares otorgados por los jefes de diversos gobiernos o revoluciones, dependiendo el grado de cada uno principalmente del número de partidarios que pudiera traerle al líder cuya causa había abrazado.

En la anarquía producida por esta suerte, cada vecindad ha mostrado una tendencia a agruparse alrededor de sus hombres más osados. o capaces. La unión que así empezó en la guerra, continúa en la paz, y como las instituciones políticas son débiles, frecuentemente esa unión se vuelve más fuerte que la ley o los hábitos políticos. De aquí que surge una clase (desocupada e intranquila) cuya importancia depende de la conmoción, pronta a aumentar cualesquiera desórdenes que se puedan presentar'. También por esto era posible que 'ciertos capitalistas (de islas vecinas) hacen inversiones en revolucionarios prominentes como si se tratara de un asunto
de negocio ( ...) con la certeza de correr grandes riesgos, pero con la posibilidad de obtener grandes ganancias'.

Si ya en 1865 era normal que un carpintero y un albañil que trabajaban para Luperón tuvieran ambos el rango de coronel, y si en ese mismo año ya había 45 generales inscritos en el Ministerio de Guerra, al final de los años setenta había según Luperón más de 1,000 despachos de nombramiento de general, expedidos principalmente por los presidentes González y Cesáreo, 'que con menguada proclividad quisieron conquistarse partidarios'; algunos no tenían experiencia militar: la mayoría carecía de 'espíritu de orden, y sin ninguna disciplina, vivían y querían seguir viviendo sin trabajar a costa de la Hacienda Pública'. El número de generales mencionado por Luperón no parece increíble si se recuerda que sólo en San Cristóbal había en 1881. 23 generales que firmaron un documento político. Mucho menos aceptable es la acusación de Luperón de que el Presidente Heureaux fuera el primero en el 1887- en sobornar generales enemigos; tal ocurrencia era inherente al carácter de 'mercado', y apenas podía llamarse corrupción. Ya en el 1882 Heureaux se quejaba de que los generales le causaban muchos gastos: '...respecto de mis apuros, supóngase cómo estaré, todos los generales, jefes &c. se presentan dizque a ponerse de acuerdo para las elecciones y al despedirlos hay que darles el macuto...'"


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