(Segmento del libro El Pueblo Dominicano: 1850-1900, de H. HOETINK)
"Ya en la lucha contra los
hatianos y los españoles se habían prodigado altos rangos a los
que se habían distinguido militarmente, pero en los 15 a 20 años siguientes se
produjo una enorme inflación del cuerpo de 'oficiales'. Como observaba Gautier
fríamente en 1870: 'El continuo estado
de guerra que ha afligido a este país por muchos años ha causado la creación de
un número excesivo de oficiales que no pertenecen a ningún cuerpo específico, pero
que prestan servicios a la cabeza de nuestra milicia en ninguna otra
recompensa, les ha concedido sus grados o rangos'
El carácter de 'mercado' de la organización
militar fue observado claramente por la Comisión norteamericana de Investigación en ese
mismo año: '(Los hombres ambiciosos de alcanzar supremacía en la República ) han recibido títulos
militares otorgados por los jefes de diversos gobiernos o revoluciones,
dependiendo el grado de cada uno principalmente del número de partidarios que
pudiera traerle al líder cuya causa había abrazado.
En la anarquía producida
por esta suerte, cada vecindad ha mostrado una tendencia a agruparse alrededor
de sus hombres más osados. o capaces. La unión que así empezó en la guerra, continúa
en la paz, y como las instituciones políticas son débiles, frecuentemente
esa unión se vuelve más fuerte que la ley o los hábitos políticos. De aquí que
surge una clase (desocupada e intranquila) cuya importancia depende de la conmoción,
pronta a aumentar cualesquiera desórdenes que se puedan presentar'. También por
esto era posible que 'ciertos capitalistas (de islas vecinas) hacen inversiones
en revolucionarios prominentes como si se tratara de un asunto
de negocio ( ...) con la
certeza de correr grandes riesgos, pero con la posibilidad de obtener grandes
ganancias'.
Si ya en 1865 era normal
que un carpintero y un albañil que trabajaban para Luperón tuvieran ambos el rango
de coronel, y si en ese mismo año ya había 45 generales inscritos en el
Ministerio de Guerra, al final de los años setenta había según Luperón más de
1,000 despachos de nombramiento de general,
expedidos principalmente por los presidentes González y Cesáreo, 'que con
menguada proclividad quisieron conquistarse partidarios'; algunos no tenían experiencia
militar: la mayoría carecía de 'espíritu de orden, y sin ninguna disciplina,
vivían y querían seguir viviendo sin trabajar a costa de la Hacienda Pública' . El número de generales mencionado por Luperón no parece increíble si se
recuerda que sólo en San Cristóbal había en 1881. 23 generales que
firmaron un documento político. Mucho menos aceptable es la acusación de Luperón
de que el Presidente Heureaux fuera el primero en el 1887- en sobornar
generales enemigos; tal ocurrencia era inherente al carácter de 'mercado',
y apenas podía llamarse corrupción. Ya en el 1882 Heureaux se quejaba de que los
generales le causaban muchos gastos: '...respecto de mis apuros, supóngase cómo
estaré, todos los generales, jefes &c. se presentan dizque a ponerse de acuerdo
para las elecciones y al despedirlos hay que darles el
macuto...'"
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