miércoles, 13 de noviembre de 2013

Para el que sabe ver, todo es transitorio, para....

El egoísmo

El primer ministro de la dinastía Tangera, un héroe nacional por su éxito como estadista y líder militar, a pesar de su  fama, poder y riqueza se consideraba como un  humilde y devoto budista.

Visitaba a menudo a su maestro preferido de Zen para estudiar bajo su instrucción, y parecían llevarse muy bien. El hecho de que era primer ministro no tenía, aparentemente, ningún efecto en su relación, la cual parecía ser simplemente una de un reverendo maestro y un respetuoso estudiante.

Un día, durante su usual visita, el primer ministro le preguntó al  maestro, "Su Reverencia, según el Budismo ¿qué es el egoísmo?". La cara del maestro se puso roja, y en un tono de voz muy condescendiente e insultante, increpó a modo de respuesta, "¿¡Qué clase de pregunta estúpida es ésa!?".Esta  imprevista  respuesta conmocionó tanto al primer ministro que llegó a fruncir el ceño y a enfadarse. Entonces el maestro de Zen  sonrió y dijo, "ÉSTO, Su Excelencia, es egoísmo."



Ni tú ni yo somos los mismos

El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él comprendió el sufrimiento humano y desarrolló la benevolencia y la compasión. Entre sus primos, se encontraba el perverso Devadatta, siempre celoso del maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuesto a  matarlo.

Cierto día que el Buda estaba paseando tranquilamente, Devadatta,  a su paso, le arrojó una  pesada  roca desde la cima de una colina, con  la  intención de acabar con su vida. Sin embargo, la roca sólo cayó al lado del Buda y Devadatta no pudo conseguir su objetivo.

El Buda se dio cuenta de lo sucedido y permaneció impasible, sin perder la sonrisa de los labios. Días después, el Buda se cruzó con su primo y lo saludó afectuosamente. Muy sorprendido, Devadatta preguntó:

-¿No estás enfadado, señor?
-No, claro que no.
Sin salir de su asombro, inquirió:-¿Por qué?
 Y el Buda dijo:
-Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando fue arrojada.
El Maestro dice: Para el que sabe ver, todo es transitorio; para el que sabe amar, todo es perdonable


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