
Que situación tan difícil la de Manuel Zelaya, no tiene la fuerza suficiente para imponer su posición, ni mucho menos el tiempo, que es su peor enemigo, para enfrentar a sus contrarios con algunas posibilidad de éxitos.
Las elecciones le han quitado el protagonismo, hay un presidente electo en un certamen que el podrá hacer todas la alegaciones que considere, pero no logrará conseguir absolutamente nada, sus reacciones se diluirán poco a poco hasta terminar perdidas en cualquier pagina interior de los diarios.
Cuando Zelaya se auto asiló en la embajada de Brasil, se creyó que existía un plan que culminaría con la confrontación y traería paz al pueblo Hondureño, pero no, todo parece que fue un acto desesperado, propio de historietas donde el protagonista siempre se sale con la suya, pero no de la vida diaria, donde la realidad no se puede obviar, esta ahí y se debe actuar con los zapatos bien puestos para encararla.
Todo el hemisferio, con algunas excepciones, se ha ido alejando del problema, si bien entiende que se vulneraron los principios democráticos, ha comprendido que las situaciones que se vivieron después del golpe, han confirmado algunas de las objeciones que los golpistas y parte de la sociedad Hondureña tienen de Zelaya.
El agotamiento terminará sacando a Manuel Zelaya de la embajada de Brasil, como exiliado político, como turista o si se llenara de valor, si se pusiera a la altura de los hombres que creen en lo que pregonan, se entregaría a la justicia para que los juzgaran, con la presencia de organismos internacionales y, aunque no vuelva a la presidencia, limpiaría su nombre, que debería ser lo mas importante y es de lo que menos se ha habla.
Un hombre en su situación debe de pelear por su dignidad, debe olvidarse del cargo y enfrentar a los que les han derrocado en su terreno, la Suprema Corte, y si la verdad esta de su lado, salir airoso con su pueblo y con la historia, y dejar de exigir una reposición utópica.
Las elecciones le han quitado el protagonismo, hay un presidente electo en un certamen que el podrá hacer todas la alegaciones que considere, pero no logrará conseguir absolutamente nada, sus reacciones se diluirán poco a poco hasta terminar perdidas en cualquier pagina interior de los diarios.
Cuando Zelaya se auto asiló en la embajada de Brasil, se creyó que existía un plan que culminaría con la confrontación y traería paz al pueblo Hondureño, pero no, todo parece que fue un acto desesperado, propio de historietas donde el protagonista siempre se sale con la suya, pero no de la vida diaria, donde la realidad no se puede obviar, esta ahí y se debe actuar con los zapatos bien puestos para encararla.
Todo el hemisferio, con algunas excepciones, se ha ido alejando del problema, si bien entiende que se vulneraron los principios democráticos, ha comprendido que las situaciones que se vivieron después del golpe, han confirmado algunas de las objeciones que los golpistas y parte de la sociedad Hondureña tienen de Zelaya.
El agotamiento terminará sacando a Manuel Zelaya de la embajada de Brasil, como exiliado político, como turista o si se llenara de valor, si se pusiera a la altura de los hombres que creen en lo que pregonan, se entregaría a la justicia para que los juzgaran, con la presencia de organismos internacionales y, aunque no vuelva a la presidencia, limpiaría su nombre, que debería ser lo mas importante y es de lo que menos se ha habla.
Un hombre en su situación debe de pelear por su dignidad, debe olvidarse del cargo y enfrentar a los que les han derrocado en su terreno, la Suprema Corte, y si la verdad esta de su lado, salir airoso con su pueblo y con la historia, y dejar de exigir una reposición utópica.
Es de esa manera que actúan los grandes, los que escriben la historia con sus acciones.

 
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