Un compueblano se quejaba del gobierno por permitir tantos improperios contra el presidente, la primera dama y funcionarios. Aducía que son blandengues, que no hay autoridad, que el señor Ernesto Fadul debería estar preso, y hasta llego más lejos.
Le refuté inmediatamente, el derecho a expresarse no se puede coartar, vivimos en democracia y encerrar un hombre por sus ideas no puede ocurrir jamás en este país. No conocía las declaraciones del señor Fadul, mi defensa es cuestión de principio, la libertad de expresión le ha costado demasiado al pueblo dominicano.
Me dedique a investigar todo lo referente al problema del canal 53 de Santiago donde labora Fadul, nunca lo había visto y logré conseguir algunos programas en la Web de los que crearon el conflicto.
Que desagradable sorpresa significo ver y oír a Ernesto Fadul en aquellas grabaciones, no por lo que decía, no, no me importó en absoluto discernir si lo que expresaba era verdad o mentira, lo que me impacto inmediatamente fue el odio que irradiaba, no solo con su voz, sino con sus expresiones.
¿Qué ha sido del campechano que veíamos en el programa de Julito Jazim?, Donde esta aquel jovial personaje que nos deleitaba con comentarios sencillos, veraces, educadores, que nos hacía sentir orgullosos como cibaeños.
Que tremenda metamorfosis ha afectado a éste hombre, ha perdido el control de sus emociones. No cabe dudas, el odio nos sustrajo a Fadul, se nos fue un hombre mesurado y ameno, se ha dejado envolver por el peor de los consejeros, el resentimiento.
Pero como no hay cosa tan mala que no tenga algo bueno, esperamos que éste atropello a la libertad de expresión (el de Fadul y la respuesta del gobierno) pueda ser beneficioso y devolvernos al campechano que la inquina nos robo. Que se desprenda de sus rencores, que el comedimiento y la verdad surjan como aguas limpias para que pueda volver al cauce que tanto provecho le proporcionó.
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