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Santo Domingo, Distrito Nacional, Dominican Republic

martes, 7 de septiembre de 2010

Horror en la calle


Manejar por las calles de la ciudad es un martirio, si no es un taxista que te pasa rozando, es un chofer de guagua, un concho que se para medio a medio a recoger un pasajero o un carro cuyo conductor quiere comprar una mazorca de maíz o saludar a un amigo para cuya charla, aunque corta, deciden coger el centro de la vía.

Es el diario vivir de los que tenemos que desplazarnos cada día por la ciudad. Si es a la hora de recoger los muchachos en las escuelas o colegios se pasa las de Caín, padres y tutores que tienen la diaria tarea de buscar sus hijos que están en la escuela, que se han preocupados por educar a sus descendientes, se encargan, a esa tediosa hora, de montar un espectáculo de mala educación y falta de civismo que nos ponen a pensar si no son ellos los que deberían recibir las enseñanzas que les están dando a sus hijos.

Si los vehículos son gubernamentales, del gobierno central, de los ayuntamientos o de cualquier otra agencia estatal, tenemos a los más conspicuos violadores de la leyes de transito, desde andar sin placas, ignorar los semáforos y las señales, hasta usar los vehículos en diligencias familiares, pues no es raro ver los carros de la Amet y la policía, las llamadas “patrullas”, desplazándose con las esposas o queridas con un desparpajo que nos da vergüenza como ciudadano, pero a ellos no les importa.

Toda esta barbaridad del transito tiene un denominador común : la falta de autoridad.

Esa es la razón principal de toda esta maraña de insensibilidades, de falta de respeto, de burlas, de groserías, no hay autoridad, ni moral ni policial, para enfrentar el desorden que se vive en las calles del país. Ni dolientes ni parientes, es todo un relajo. Las agencias estatales del transito tienen que ser manejadas por técnicos, no por represores, negociantes, amigos y familiares. No, de esa manera no, hay funciones que se deben respetar si en verdad se quiere que el país eche pa'lante.

Ya es tiempo, lo que se logró en el período 1996-2000 fue excelente, que orgullo sentíamos como ciudadanos con el respeto que se le tenía a la Amet, y que distinto es ahora, que mala suerte tenemos, lo bueno dura poco, que pena.

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