El artículo “Escoger el mejor, no el menos malo” desencadenó opiniones que me obligan a explicar con más detalles la idea que pretendía expresar. Comentan que es poco político, que parece la opinión de alguien de la sociedad civil, de los que no asumen compromisos, de seudo-intelectuales que trabajan para organismos internacionales y ONGS, que responden a lineamientos foráneos. No estoy de acuerdo, pero acepto que pueda interpretarse de esa manera.
Alguien preguntó: ¿Cómo podría la población diferenciar al mejor del menos malo?
No es difícil, las aptitudes de los que se identifican con los mejores intereses de la nación, con los hombres y mujeres que esperan oportunidades, que sueñan con un gobierno motorizado por el interés comunitario se pueden percibir a leguas.
Muchos de los candidatos para el 2012 han encabezados ministerios en diferentes gobiernos, con presupuestos e influencias que les permitían manejarse a favor del bienestar colectivo, pero se dedicaron a fortalecer sus tendencias, pesaron más sus aspiraciones personales y el oportunismo, favoreciendo a los suyos, que es igual que así mismo. Quién puede evitar que en el futuro repitan sus andanzas.
Por suerte, también existen ejemplos que demuestran que la sensibilidad social es la diferencia, ciudadanos dedicados a servir de enlace entre las familias en extrema pobreza y los programas sociales del Estado, a promover su propio desarrollo, la lectura, la investigación y el acceso a la información, a contribuir con la reducción de la brecha digital sin banderías políticas.
De huertos como esos debe salir la flor, que como la de Loto, fertilizará y purificará la nación. De huertos cosechados por manos prodigiosas, en tierras abonadas con la solidaridad, la generosidad y el amor, para que su germinación nos traiga progreso en todos los rincones del país.
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