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Santo Domingo, Distrito Nacional, Dominican Republic

viernes, 26 de noviembre de 2010

Salvador Jorge Blanco

Cuando el senador del Distrito Nacional Salvador Jorge Blanco caminaba por el Senado de la República a principio de los ochenta, vestido de blanco, sin escoltas, acompañado tan solo de su prestigio de buen ciudadano, buen padre de familia y abogado prominente, nunca imagino que sus aspiraciones por alcanzar la presidencia de la república se convertirían en su peor pesadilla.

Se combinaron muchos factores para que su gobierno (1982-1986), que había llegado con una popularidad extraordinaria, terminara de la manera que terminó.

Uno de los factores que produjeron esa situación fue entregar parte del gobierno a la sociedad civil enrolada en la Avanzada Electoral, que llegaron al gobierno sin ningún compromiso político ni social que les sirviera de freno a sus apetencias desmedidas.

Otro factor fue la división del PRD en partido de gobierno y de oposición a la vez, disfrutando las derrotas de sus oponentes internos, olvidando a sus verdaderos enemigos y no entendiendo las razones que los mantienen casi siempre como oposición.

Cegados por las luchas internas no defendieron, ni defienden hoy todavía, los logros de aquel gobierno, ni siquiera el indiscutible merito de haber iniciado el desmonte del viejo modelo económico marcado por la paridad ficticia del peso dominicano con el dólar, que imposibilitaba el desarrollo sano de la economía, de cuyos frutos estamos disfrutando, gracias a las sabias medidas tomadas por aquel Equipo Económico y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Estos factores, unidos al poco carácter y determinación de Jorge Blanco para enfrentar a un Joaquín Balaguer decidido a desmembrar al PRD, permitieron el montaje de un show, con algunas verdades, enjuiciar y condenar al saliente presidente y algunos de sus seguidores.

El tiempo se encargará de colocar en su justo lugar al distinguido jurista santiagués, Salvador Jorge Blanco, de seguro que al final serán más las cosas positivas que las negativas, pero ya el daño esta hecho, un partido que no defiende a sus miembros y una sociedad que se deja manejar fácilmente, son terreno fértil para que algunos seudos defensores de la moralidad ensucien carreras y nombres que muchas veces están muy por encima de ellos.

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