Es difícil hacer a un hombre miserable mientras sienta que es digno de sí mismo.
Abraham Lincoln
La muerte de Salvador Jorge Blanco produjo mucho pesar y consternación a los que conocieron y valoraron a aquel ciudadano santiagués defensor de los mejores intereses de la comunidad, civilista y parte importante del grupo de abogados que marcaron una época de esplendor cuando la democracia dominicana comenzaba a dar sus primeros pasos y necesitaba de sus mejores hombres, de aquellos que pudieran, con su ejemplo de pulcritud y dedicación, emprender el camino que nos liberara de las secuelas de años de dictaduras y gobiernos totalitarios, a esa cantera de hombres perteneció Salvador Jorge Blanco.
El prestigio, el trabajo y las circunstancias en la que vivía el país lo llevó a buscar la presidencia de la república en el año 1982, dueño de una reputación envidiable y acompañado de los mejores hombres de la época, encabezó la boleta del Partido Revolucionario Dominicano, ganando la elecciones para el período 1982-1986..
Lo que parecería ser un logro para cualquier ciudadano, convertirse en Presidente de
Pero fue la clase política, los periodistas y sus amigos los que condenaron e ignoraron finalmente a Salvador Jorge Blanco, su partido que no lo defendió, los mismos que a la hora de su muerte se prestaron, quizás llenos de hipocresías, a darle el últimos adiós y ha rendirle los tributos que le negaron en vida, si hubiese sido mía la decisión, no hubiese permitido que lo llevaran a los lugares donde expusieron su cadáver, no les hubiese dado la oportunidad que le negaron en vida a Jorge Blanco, pero lamentablemente su familia lo quiso así y terminamos con los acusadores y favorecidos honrando y enterrando al condenado. Cuestión de dignidad.
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