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Santo Domingo, Distrito Nacional, Dominican Republic

jueves, 30 de diciembre de 2010

Cuestión de Dignidad




Es difícil hacer a un hombre miserable mientras sienta que es digno de sí mismo.

Abraham Lincoln

La muerte de Salvador Jorge Blanco produjo mucho pesar y consternación a los que conocieron y valoraron a aquel ciudadano santiagués defensor de los mejores intereses de la comunidad, civilista y parte importante del grupo de abogados que marcaron una época de esplendor cuando la democracia dominicana comenzaba a dar sus primeros pasos y necesitaba de sus mejores hombres, de aquellos que pudieran, con su ejemplo de pulcritud y dedicación, emprender el camino que nos liberara de las secuelas de años de dictaduras y gobiernos totalitarios, a esa cantera de hombres perteneció Salvador Jorge Blanco.

El prestigio, el trabajo y las circunstancias en la que vivía el país lo llevó a buscar la presidencia de la república en el año 1982, dueño de una reputación envidiable y acompañado de los mejores hombres de la época, encabezó la boleta del Partido Revolucionario Dominicano, ganando la elecciones para el período 1982-1986..

Lo que parecería ser un logro para cualquier ciudadano, convertirse en Presidente de la República, para éste jurista santiagués fue la peor pesadilla, terminó envuelto en encándalos de corrupción, ciertos e inventados, Joaquín Balaguer, quien lo sustituyó en el 1986 gracias a la división del PRD y a que Jorge Blanco se negó a defender al candidato de su partido Jacobo Majluta, ignorando aquellos cincuenta mil y tantos votos nulos en unas elecciones que se perdieron por menos de veinte mil, aprovechó la oportunidad para darle un zarpazo casi mortal al PRD y viabilizar su reelección en el 1990, llevando a los tribunales y condenando a los principales funcionarios del gobierno, incluyendo a Jorge Blanco que no enfrento con determinación los cargos que se les imputaban y actúo de una manera poco honrosa ante aquellas acusaciones, terminando condenado a veinte años por un juez que era militar y por consiguiente, acostumbrado a recibir ordenes y cumplirlas.

Pero fue la clase política, los periodistas y sus amigos los que condenaron e ignoraron finalmente a Salvador Jorge Blanco, su partido que no lo defendió, los mismos que a la hora de su muerte se prestaron, quizás llenos de hipocresías, a darle el últimos adiós y ha rendirle los tributos que le negaron en vida, si hubiese sido mía la decisión, no hubiese permitido que lo llevaran a los lugares donde expusieron su cadáver, no les hubiese dado la oportunidad que le negaron en vida a Jorge Blanco, pero lamentablemente su familia lo quiso así y terminamos con los acusadores y favorecidos honrando y enterrando al condenado. Cuestión de dignidad.

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