No sea el político excesivamente modesto; la modestia más daña que favorece. Si él tiene fuerza y habilidad, no las oculte, no quiere decir que no las tiene. Sea sencillo y natural: la modestia va contra la sencillez y la naturalidad. La vanidad es el exceso por más; la modestia es el exceso por menos. Si nosotros nos rebajamos y depreciamos, ¿no corremos el riesgo de que nos rebajen y desprecien los demás?
Seamos como seamos. Si sentimos en nosotros una cualidad fuerte, notable, no la ocultemos; pongámonos siempre en el justo medio. Hay que pensar que si nosotros nos colocamos en un nivel más abajo de aquel en que realmente estamos, habrá seguramente muchos espíritus finos, conocedores, que verán la injusticia que nosotros nos hacemos a nosotros mismos; pero habrá también otros que creerán nuestras palabras como la más autorizada expresión de la verdad. Los primeros serán pocos, porque pocos son los espíritus avisados, penetrantes; los segundos estarán en mayoría, porque son más los que se guían por testimonios ajenos y no por lo que es en realidad.
No nos hagamos daño a nosotros mismos; el equilibrio está en el justo medio; ni tengamos vanidad ni alardeemos de modestia. Amemos simplemente la sencillez, la naturalidad. Cervantes, en el epílogo de su Viaje del Parnaso, finge que Apolo envía a los poetas, entre otros, el siguiente aviso u orden : "Que todo poeta a quien sus versos le hubieren dado a entender que lo es, se estime y tenga en mucho, ateniéndose a aquel refrán : Ruin sea el que por ruin se tiene".
Tal vez hay un poco de exageración en las palabras del gran humorista; en el fondo encierran la verdad. Si nosotros nos tenemos en menos de lo que somos, corremos el riesgo de que los demás opinen del mismo modo. ¿Qué mejor testimonio para ellos que el del propio interesado? Tal vez haya quien al contemplar nuestra actitud proteste y restablezca la verdad. Pero ¿y si no lo hay? ¿Y si entre los que nos rodean y presencian nuestra modestia no existe este espíritu penetrante que se destaca de la masa y sabe ver el fondo de la realidad?
No atentemos contra el equilibrio de las cosas y contra su orden natural. Ni el más ni el menos. Si tenemos conciencia de nuestro mérito, no subamos sobre los tejados para clamarlo, pero no lo pongamos tampoco debajo del celemín.
De "El Político", Azorín.
Azorín fue el seudónimo con el que publicó muchas obras y el nombre bajo el cual se recuerda a José Ruiz Martínez, nacido en Alicante, España, en 1873 y fallecido en 1967.
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