Que el PRD y el PLD sean las dos principales opciones  para las próximas elecciones no significa   que  por si solos puedan lograr el poder  en la contienda de mayo próximo, muy por el contrario, la  fortaleza de ambos los llevará a enfrentamientos irracionales que aprovechará la llamada clase silente para imponer a uno de los dos  candidatos, al  que mas le convenga o menos amenace sus intereses.
Se repetirá la historia, unos pocos terminarán decidiendo por todos los  dominicanos quien será el Presidente.  Un proyecto de nación nunca será posible mientras las apetencias personales y grupales socaven los cimientos de una sociedad que ha perdido sus valores y  principios.
Los poderes fácticos  velan por sus intereses e imponen, cuando se lo permite el fanatismo partidario, a    candidatos  afines a sus intereses, con todo su derecho, y  azuzan los  enfrentamientos que   debilitan las posiciones de principios.  
Esto sucede en todas partes del mundo, mas en nuestro país donde la política se ha convertido en la única forma de ascenso social y económico para algunos. Los poderes fácticos ejercen niveles de influencias inimaginables y cada vez que puede nacer un liderazgo lo convierten en el objetivo principal de una campaña de descrédito usando verdades, verdades a media y mentiras cotejadas para evitar la posible consolidación de algún liderazgo.
Temen que que surja alguien que encarne los anhelos de los menos favorecidos y evitan a todo costo que los principios y los valores puedan unir las intenciones y los propósitos para la consecución de un movimiento que encamine a ésta sociedad por mejores senderos.

 
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