
"En todo momento de mi vida hay una mujer que me lleva de la mano en las tinieblas de una realidad que las mujeres conocen mejor que los hombres y en las cuales se orientan mejor con menos luces". Gabriel García Márquez
Cuando no es necesario hablar para expresar los conceptos y los sentimientos, cuando no es preciso ni siquiera gesticular para comunicarse con quien se intimida, se esta con una mujer, que no necesita hablar para hacerse entender, ni mucho menos escuchar.
(“Si usted quiere saber lo que una mujer dice realmente, mírela, no la escuche”. Oscar Wilde)
Esa es la pura verdad, cuando creen algo, no importa la certeza de los hechos, ni la reputación de los testigos, lo único importante es su creencia, su percepción y lo que quieran entender, el patrón que se ha formado sin importar los razonamientos.
Pero son así y hay que convivir con ellas, amarlas cuando se dejan, y esperar amarlas cuando nos rechazan, mantenerse intentándolo incansablemente aunque se “molesten” hipócritamente.
(“Las mujeres lo negaran o lo aceptaran, pero lo que siempre quieren es que se lo pidamos”. Oviedo)
Nunca estarán conformes, a lo sumo, sentirán complacencia, es su naturaleza, sentir sin permitir que nos enteremos o fingiendo sentir parar salir del paso, solo cuando se les hace cuesta arriba mantener esos sentimientos ocultos, lo admiten, lo agradecen y acceden aceptando entre los dientes la satisfacción, ante la eventualidad de que serían delatadas por las facciones de felicidad, imposibles de ocultar.
Son insaciables y perfeccionistas a su manera, simuladoras y mentirosas cuando tienen que hacerlo, tanto, que terminan creyéndose sus mentiras, y hasta pelean para tratar de convertirlas en realidad.
(“Las mujeres no advierten lo que hacemos por ellas; no notan sino lo que dejamos de hacer”. Georges Courtline)
Todas esas particularidades las hacen merecedoras de todo el cariño que se les pueda dar, de toda la comprensión, que aunque Oscar Wilde dice que no están hechas para comprenderlas sino para amarlas, necesitan de la comprensión y la compasión de nuestro amor, porque en verdad se los ganan, se empeñan inteligentemente por mantener y conseguir lo que se proponen, y terminan “venciéndonos”, "doblegándonos" cariñosamente.
(“La intuición de una mujer es más precisa que la certeza de un hombre”. Rudyard Kipling)
(“Si usted quiere saber lo que una mujer dice realmente, mírela, no la escuche”. Oscar Wilde)
Esa es la pura verdad, cuando creen algo, no importa la certeza de los hechos, ni la reputación de los testigos, lo único importante es su creencia, su percepción y lo que quieran entender, el patrón que se ha formado sin importar los razonamientos.
Pero son así y hay que convivir con ellas, amarlas cuando se dejan, y esperar amarlas cuando nos rechazan, mantenerse intentándolo incansablemente aunque se “molesten” hipócritamente.
(“Las mujeres lo negaran o lo aceptaran, pero lo que siempre quieren es que se lo pidamos”. Oviedo)
Nunca estarán conformes, a lo sumo, sentirán complacencia, es su naturaleza, sentir sin permitir que nos enteremos o fingiendo sentir parar salir del paso, solo cuando se les hace cuesta arriba mantener esos sentimientos ocultos, lo admiten, lo agradecen y acceden aceptando entre los dientes la satisfacción, ante la eventualidad de que serían delatadas por las facciones de felicidad, imposibles de ocultar.
Son insaciables y perfeccionistas a su manera, simuladoras y mentirosas cuando tienen que hacerlo, tanto, que terminan creyéndose sus mentiras, y hasta pelean para tratar de convertirlas en realidad.
(“Las mujeres no advierten lo que hacemos por ellas; no notan sino lo que dejamos de hacer”. Georges Courtline)
Todas esas particularidades las hacen merecedoras de todo el cariño que se les pueda dar, de toda la comprensión, que aunque Oscar Wilde dice que no están hechas para comprenderlas sino para amarlas, necesitan de la comprensión y la compasión de nuestro amor, porque en verdad se los ganan, se empeñan inteligentemente por mantener y conseguir lo que se proponen, y terminan “venciéndonos”, "doblegándonos" cariñosamente.
(“La intuición de una mujer es más precisa que la certeza de un hombre”. Rudyard Kipling)
Es mucho mas provechoso que nos dejemos guiar por ellas, que conduzcamos nuestro día a día de acuerdo con sus pretensiones y sus caprichos, porque no cambiaran, seguirán hacia delante, de todas maneras continuaran, lo que hay que tratar es que sus caprichos sean nuestros caprichos y sus pretensiones sean nuestras pretensiones, ahí esta el secreto de la felicidad.
("Los hombres que no perdonan a las mujeres sus pequeños defectos jamás disfrutarán de sus grandes virtudes". Khalil Gibran)

 
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