
Si queremos vivir en paz, que se respeten las leyes, que el transito no sea una odisea, si queremos tener la certeza de que nuestros hijos regresaran cada día a su hogar, debemos cambiar, debemos convertirnos en ejemplo de lo que queremos.
Si ponemos un granito de arena, si actuamos con responsabilidad, si cumplimos nuestros deberes, si somos tan corteses como les exigimos a los demás, de seguro que vamos a cambiar.
La culpa es de todos, nadie sale con la idea de hacerlo como debe ser, nadie se propone servir de ejemplo, marcar la diferencia con los otros ciudadanos, porque no se quiere ser el mas pendejo, como suele decirse, y entonces nos convertimos en propulsores de lo que siempre estamos criticando.
Enseñar a los hijos y nietos a ser buenos ciudadanos, a pedir excusas, a dar las gracias, agradecer con una sonrisa, dejar de andar apurados, no acometer a los peatones ni a nadie, renunciar, en fin, a la rapidez y al búsquenme lo mío.
Los pueblos que se han desarrollados, los del primer mundo, se caracterizan por luchar en comunidad, en estos pueblos prevalece el bienestar común, el individualismo fue erradicado hace tiempo, y si a todos les va bien, te va bien a ti también.
Queremos vivir mejor, pero de que nos vale la riqueza si no podemos disfrutarla.
Cuentan que a un agricultor que siempre ganaba el premio a la calidad por el maíz que cosechaba le preguntaron cual era el secreto para ganar años tras años el premio, y dijo: cada año selecciono las mejores semillas y se las doy a mis vecinos, ese es el secreto, cuando se inicia la polinización, el viento y las aves polinizan mi siembra desde los campos que sembraron los vecinos, y así mantengo la calidad del producto.
Ese es un buen ejemplo, tratar que todos los que nos circundan puedan progresar y junto con ellos, nosotros también. Es la única manera de vivir en paz y conseguir el bienestar para poder disfrutar nuestro paso por la vida. Solos, jamás seremos felices.
Si ponemos un granito de arena, si actuamos con responsabilidad, si cumplimos nuestros deberes, si somos tan corteses como les exigimos a los demás, de seguro que vamos a cambiar.
La culpa es de todos, nadie sale con la idea de hacerlo como debe ser, nadie se propone servir de ejemplo, marcar la diferencia con los otros ciudadanos, porque no se quiere ser el mas pendejo, como suele decirse, y entonces nos convertimos en propulsores de lo que siempre estamos criticando.
Enseñar a los hijos y nietos a ser buenos ciudadanos, a pedir excusas, a dar las gracias, agradecer con una sonrisa, dejar de andar apurados, no acometer a los peatones ni a nadie, renunciar, en fin, a la rapidez y al búsquenme lo mío.
Los pueblos que se han desarrollados, los del primer mundo, se caracterizan por luchar en comunidad, en estos pueblos prevalece el bienestar común, el individualismo fue erradicado hace tiempo, y si a todos les va bien, te va bien a ti también.
Queremos vivir mejor, pero de que nos vale la riqueza si no podemos disfrutarla.
Cuentan que a un agricultor que siempre ganaba el premio a la calidad por el maíz que cosechaba le preguntaron cual era el secreto para ganar años tras años el premio, y dijo: cada año selecciono las mejores semillas y se las doy a mis vecinos, ese es el secreto, cuando se inicia la polinización, el viento y las aves polinizan mi siembra desde los campos que sembraron los vecinos, y así mantengo la calidad del producto.
Ese es un buen ejemplo, tratar que todos los que nos circundan puedan progresar y junto con ellos, nosotros también. Es la única manera de vivir en paz y conseguir el bienestar para poder disfrutar nuestro paso por la vida. Solos, jamás seremos felices.

 
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