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sábado, 29 de enero de 2011

Un País Mejor


Contaba un amigo la destreza con la que había logrado, junto a su pequeño hijo de menos de 5 años, tomarse dos vasitos de yogur en un supermercado antes de pagarlos, se vanagloriaba de que ni la seguridad del establecimiento ni su madre y abuela de su hijo que lo acompañaba se percataron de esa hazaña, la cual celebraba como un acto de intrepidez.

El orgullo con el que relataba aquel acto y la ignorancia mostraba al no entender el mal ejemplo dado a su hijo me dejo estupefacto, no entendía la razón para que cometiera algo tan bochornoso y la tranquilidad que lo narraba. Un robo como otro cualquiera, agravado por el hecho de que su niño pudo aprender la primera lección de como coger lo ajeno con su padre, quizás inconscientemente, de maestro. Una muestra de la pérdida de valores y principios que estamos padeciendo.

Decía Confucio en su Segundo Libro Clásico: “Contrólate a ti mismo hasta en tu casa; no hagas, ni aún en el lugar más secreto, nada de lo que puedas avergonzarte”.

Carlos Kasuga Osaka en su conferencia “Los aspectos más importantes de la cultura empresarial Japonesa”, decía lo siguiente:

El principio fundamental del respeto: si no es tuyo debe ser de alguien. Si esta pluma te la encontraste en un escritorio debe ser de alguien, entonces devuélvela. Si te encuentras con un reloj o un anillo y no es tuyo, debe ser de alguien, si te encuentras una cartera tirada en la calle y no es tuya, debe ser de alguien y si te encuentras en una fiesta una señora, y no es tuya debe ser de alguien”.

Una de las grandes debilidades de ésta sociedad es la falta de valores. Nos hemos convertidos en un país irrespetuoso, donde predomina lo mío, lo personal.

La educación en el hogar es la gran responsable del deterioro que se percibe, del ambiente de inseguridad que nos arropa, del callejón sin salida en el que hemos caídos por nuestra actitud como ciudadanos y la dejadez e irresponsabilidad de las autoridades que están llamados a cumplir y hacer cumplir las leyes.

El reto es de todos, exijamos pregonando con el ejemplo, instruyamos a nuestros hijos los valores que los harán hombre serios, preocupados por el bienestar común y cumplidores de las buenas costumbres, es la única manera de construir un país mejor.

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