Arribamos a la recta final de la campaña electoral con dos opciones perfectamente definidas: El Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y el del la Liberación Dominicana (PLD), aliados a los mismos partidos desde 1996, que sin embargo, renuevan alborozados esos "acuerdos" para entretener a una militancia fanatizada que los percibe como señales de triunfo.
La importancia de éstas dos grandes opciones, ademas del "descantamiento" que se está produciendo en el liderazgo de los partidos mayoritarios, es mucho mas interesante por el remozamiento que produciría en dos de las grandes fuerzas de la política dominicana si el PRD no logra conquistar el poder.
En el PRD y el PRSC, que no han conseguidos el relevo generacional después de la desaparición de sus líderes, contrario a lo sucedido en el PLD, se produciría ese proceso que ha venido siendo postergado por una dirigencia que se resiste a ser sustituida y acostumbrada, en su gran mayoría, a vivir de las ventajas que se derivan de los puestos que ya usurpan en esas cúpulas partidarias.
Ahí estriba la verdadera importancia de las elecciones que por demás son muy especiales, pues los dominicanos estamos inmersos en un proceso distorsionado en el que los viejos se promueven como nuevo y los llamados a ser nuevos representan lo viejo por estar ocho años en el poder. No es por quienes la representen ni es puramente discursiva la confusión, es una campaña bien dirigida porque las encuestas reflejan que las mujeres y los jóvenes, que reconocen los aportes del actual gobierno, aspiran a un cambio, que llegue gente nueva.
Con esta premisa los partidos elaboraron sus ofertas electorales basadas en el cambio, pero solo de palabras, porque los candidatos no pueden ser presentados como tales, dejando que un pueblo inteligente como el nuestro desenmascare a los falsos profetas y decida por lo que considera realmente nuevo y conveniente para los intereses de la mayoría. Otra vez los que están tratando de engañar saldrán por la puerta trasera y esta vez definitivamente. Este parece ser el final de la época de cacicazgos, en la que cualquier vivo se salía con la suya y amanecía elegido Diputado, Senador y hasta Presidente. Parece que nos estamos adecentando, que bueno.
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